El emprendimiento, que ya provee a hoteles y restaurantes de la zona, incluye una huerta orgánica y una granja para la cría agroecológica de pequeños animales. Además, bajo el concepto de economía circular, en el lugar se reutilizan los desechos orgánicos de la Villa.
Entre dos enormes montañas del Valle de Calamuchita, una huerta agroecológica da sus primeros pasos en la localidad de Villa General Belgrano. Cebollas, ajos, lechugas y acelgas conviven en un mismo predio con gallinas ponedoras, un área para la elaboración de compost y otra para la producción de biofertilizantes. Es el puntapié inicial de lo que, esperan técnicos y funcionarios, se convierta en un cinturón verde para abastecer a la localidad en los próximos años.
El proyecto se llama VGB x VGB y surgió en diciembre de 2019, aunque la pandemia aceleró su proceso. Las restricciones a la circulación del 2020 pusieron en jaque al turismo, principal actividad económica de Villa General Belgrano, y desde el Municipio se vieron obligados a buscar alternativas para la generación de empleo. Una de ellas fue el desarrollo de esta huerta donde actualmente trabajan nueve personas entre tareas de cosecha, preparación de insumos y comercialización de la mercadería.
Mauro Lassa es agrónomo, docente y el encargado de coordinar este proyecto ubicado sobre la ruta a Los Reartes, que dispone de cuatro hectáreas en total: dos para la producción de verduras, una y media para las gallinas ponedoras (alimentadas con una siembra polifítica de alfalfa, achicoria, rúcula, rabanito) y media hectárea más para la siembra de aromáticas y medicinales. Además, dispone de 250 metros cuadrados para la sala compostaje y elaboración de bioinsumos. Para el 2022 analizan la posibilidad de ampliar a cuatro hectáreas más de cultivos.
“Por una cuestión ideológica la producción es toda agroecológica. Venimos hablando de que los alimentos ya no alimentan, que tantos agroquímicos comienzan a hacernos mal. También por el bienestar animal: evitar el hacinamiento y darles una buena vida a las gallinas. Y principalmente porque hay toda una zona de amortiguamiento en la que no se puede aplicar esos productos”, explica Lassa a Revista InterNos.
Al lado de la finca se encuentra el hotel Blackstone, que tiene entre sus atracciones un recorrido por el campo de VGB x VGB. Los huéspedes alimentan a las gallinas, conocen el proceso de producción de cada cultivo y, si lo desean, pueden cosechar algunas verduras para consumo propio.
El día que visitamos la huerta están listas para ser cosechadas unas 10.000 cabezas de cebolla y otras 30.000 de ajo. También avanza el tomate. Se intercalan filas de espinaca, perejil, pimientos, zapallos, apio, acelga, rúcula, distintos tipos de lechugas, remolacha, kale, ajo puerro, ciboulette. La diversidad es la norma.
Las consociaciones en las variedades de verdura favorecen la llegada de insectos benéficos, que a su vez potencian procesos como la polinización o el control biológico de plagas. Por la misma razón se agregan, además, “corredores” intrafilares con aromáticas como tomillo, orégano o romero.
Además de generar mano de obra local, el proyecto se propone abastecer de productos frescos a Villa General Belgrano. Actualmente, las verduras llegan desde Río Cuarto o Córdoba capital, lo que representa un gasto mayor en combustible y tiempo para la logística, sin considerar la pérdida de calidad en el producto sobre todo cuando las altas temperaturas juegan una mala pasada. La zona posee una gran cantidad de restaurantes que demandan frutas y verduras diariamente, por eso el interés por la producción de proximidad.
El otro punto interesante de VGB x VGB es que, de alguna manera, funciona como “basurero” y a la vez depósito para el reciclaje de los desechos orgánicos de la ciudad. Bajo el concepto de la economía circular, donde nada se pierde y todo se transforma, en la finca se reciben las hojas de los vecinos de Villa General Belgrano (primero recolectadas individualmente y luego transportadas por la Municipalidad hacia el predio) más toda la poda de los árboles, que antes se quemaba. Con estos desechos, sumado al descarte orgánico propio de la producción, se elabora el compost que luego fertiliza la tierra, previo a cada siembra.
Pegada a la zona de compostaje se encuentra la sala de elaboración de bioinsumos, donde se prepara fertilizante foliar y de suelo para alimentar a las plantas. Se utiliza suero de vaca (descarte de fábrica de quesos), bosta de vaca, levadura de cerveza (derivada de una industria de cerveza local) y harina de roca (basalto) para el aporte de micronutrientes. La misma lógica: todo desecho se reutiliza y se pone a disposición de la elaboración de alimentos.
“La idea del proyecto es reducir el impacto ambiental en la producción de alimentos. Por ejemplo, eliminando la quema de ramas. Y mirá que eran quemas gigantescas, se veían desde los satélites. También queremos reducir la cantidad de camionetas que van y vienen todos los días a buscar verdura para emitir menos dióxido de carbono. Es facilitarle las cosas al verdulero y mejorar nuestra forma de trabajar”, dice Mauro Lassa.
Todo lo producido se vende en Villa General Belgrano y alrededores. Se lleva mercadería a la feria agroecológica local, se reciben pedidos por WhatsApp que se retiran en finca, y se distribuye a restaurantes de la zona.
“Tenemos bastantes pedidos de restaurantes, pero hay algunos que tienen más claro lo que es la agroecología y la compra local. Algunos nos dicen: ‘Che, pero esta lechuga está muy dura’. Claro, porque no está hecha en invernadero. Tiene muchos más días a la intemperie, por lo tanto se tiene que poner firme para aguantar los bichos, el frío. Pero el sabor es otra cosa. Estamos tratando de mostrar las diferencias no solo organolépticas, sino de alimento. La calidad nutricional”, agrega Lassa.
Y destaca el precio de la verdura agroecológica respecto a la verdura convencional. “Vas a cualquier mayorista y la lechuga está hoy (septiembre 2021) a 350 pesos el cajón. Nosotros estamos vendiendo la mantecosa a 100 pesos el cajón y la criolla a 200. Hay una diferencia por el flete, porque ellos tienen que ir y venir a Córdoba”, dice el agrónomo.
La producción de verduras en Villa General Belgrano da sus primeros pasos; las sierras cordobesas acompañan de fondo
Sin embargo, al ser de gestión municipal, la finca no puede venderle -por ejemplo- al Programa de Asistencia Integral Córdoba (PAICOR), ya que sería venderse a sí misma. Si se transformara en cooperativa, este obstáculo desaparecería sin perder el acompañamiento político.
“Todos los días tenemos ventas de aproximadamente 4000 pesos. Todavía no nos alcanza para pagar los sueldos, pero estamos cerca. Cuando levantemos la cosecha de ajo, y luego la de tomate, vamos a ver si lo logramos. Queremos sueldos dignos para los trabajadores”, dice Lassa, y se entusiasma.
“La gente ha recibido muy bien este proyecto. Están felices. Vienen y nos donan gallinas, plantines. Hay señoras que vienen a hacer su paseo semanal acá. Es un espacio para la comunidad y para el turismo también”, concluye el agrónomo.
Fuente y fotos: Leticia Riera (Revista InterNos)