Nuevos planteos ponen en cuestión los núcleos ideológicos del amor romántico. Algunos trazan una relación de esa concepción con la génesis de la violencia de género.
Augusto Laros
La escritora feminista Brigitte Vasallo habla de “amor Disney”, en alusión a cierta idea de amor “romántico”. Alude a que cuando decimos “romántico” nos transmite a algo bonito, de connotación positiva. La autora defiende la necesidad de dinamitar todo lo construido hasta ahora sobre el amor. Y no duda en señalar, abriendo controversias, que el amor romántico mata.
Vale el debate sobre esa hipótesis, aún poco amplificada en las explicaciones sobre la violencia de género y su peor saldo, los femicidios.
¿Qué es el amor romántico? ¿Cuál es su vínculo con la violencia de género? ¿Cómo opera la idea de exclusividad en los casos de violencia? ¿Nos estamos alejando de ese estereotipo? ¿Podrían otras formas de entender el amor ayudar a disminuir los femicidios? ¿Hay otro modelo al del amor romántico?
Desde distintos espacios feministas vienen cuestionado los núcleos ideológicos de esos conceptos. Si bien las experiencias son diferentes en cada persona o pareja, varias especialistas aportan miradas sobre cómo construir vínculos menos rígidos.
Para ellas, el fenómeno se inscribe dentro de un sistema patriarcal, en el que prevalece la dominación masculina y en el que a las mujeres se les asigna un papel secundario. Desde ahí, acuerdan en que lo que llaman amor romántico genera chances de violencia.
Algunas bases de ese mito romántico del amor serían: la unión eterna, la exclusividad, la entrega incondicional y la autorrenuncia para satisfacer a otro. El mito promueve, además, la idea de que el amor todo lo puede.
La psicóloga y sexóloga Silvia Aguirre sostiene que estos son mandatos culturales, especialmente para las mujeres.
“El amor romántico y el amor sano se contraponen. El romántico puede ser absolutamente patológico, opresor, negador de la posibilidad de ser individuos y de poder conectar con el deseo de cada persona”, expresa la profesional.
Para Aguirre, el amor romántico puede hacer que las mujeres se despersonalicen y dejen de atender al propio deseo para cumplir el deseo social. Lo explica así: “El amor romántico aplasta la subjetividad femenina, la anula y hace de ella un subproducto. Es la garantía de que la mujer no pueda elegir por ella y por su vida. Siempre lo hará en función de los otros”.
Las que sostienen esta tesis creen que el amor romántico vendría a darle una forma más atractiva y velada a las prácticas de opresión.
Aye Altamirano, referente en Córdoba del movimiento Ni Una Menos, coincide en que hay una relación y que esos modelos románticos generan riesgos de vínculos violentos.
Expone que muchas mujeres que atraviesan situaciones de violencia no se separan de sus parejas porque creen en la idea de que el amor los puede cambiar. “El dispositivo más importante para seguir manteniendo a alguien cerca de una persona violenta es el amor”, opina.
Te puede interesar: Debate sobre la prostitución: ¿violencia por erradicar o trabajo por reglamentar?
Para Altamirano, otras formas de entender las relaciones de pareja podrían prevenir mejor los vínculos violentos.
Varias teorías en discusión sugieren que en la medida en que se siga entendiendo a la violencia como parte de la relación de pareja, no se la podrá detener.
En los jóvenes, las miradas son menos estructuradas y se ven modelos diferentes de relación, en forma natural.
¿Alternativas?
Aguirre propone un tipo de vínculo en el que se respete la subjetividad de las personas. Dice que el modelo que se opone al ideal romántico no deber ser jerárquico ni posesivo; puede o no ser monógamo y acepta la posibilidad de sentir afecto por más de una persona a la vez. Según ella, la exclusividad no es la mejor forma de demostrar amor.
Para la profesional, aunque mayoritariamente sigue instalada la idea romántica, se está yendo hacia formas más sanas de vincularnos en pareja. Aunque –acota– esa transición de un modelo a otro puede también provocar como reacción otras violencias machistas.
“Ante la imposibilidad de ponerle palabras y de decir lo que les pasa, los hombres hacen un pasaje directo al acto”, señala Aguirre.
Las especialistas apuntan que al cambio de ese modelo lo están promoviendo las mujeres, porque son las oprimidas.
Altamirano enfatiza que este eje debe debe entrar en debate si se quiere encontrar una salida a la violencia de género y a los femicidios. “Hay que hablar de estos temas en muchos ámbitos, para que no se convierta en una discusión elitista”, sugiere.
La otra punta
Las alternativas a ese amor romántico también han recibido algunas observaciones.
Eleonor Faur, en el libro Mitomanía de los sexos, admite que la crítica al amor romántico como única forma aceptable es democratizadora, pero advierte que también acarrea riesgos: la expansión de su contrapartida, es decir: el amor líquido, el narcicismo, el individualismo y el rechazo a cualquier otra forma de compromiso con otros.
La autora señala que, aunque esa posibilidad no debe ser soslayada, el amor liviano y descomprometido no puede ser la única alternativa al amor romántico.
Patriarcado
Desde el feminismo, inscriben al fenómeno de la violencia de género en el contexto del modelo patriarcal. Exponen que implica una serie de jerarquías, que se presentan como naturales, pero que en realidad son construcciones culturales.
“En esa construcción los varones blancos y heterosexuales son los que ocupan el lugar de mayor poder. Las otras formas de vida humana están supeditadas a este varón poderoso. Este varón tiene una serie de pertenencias, que también parecería que son naturales, pero no son más que construcciones. La tierra, los hijos y las mujeres entran dentro de esta posesión”, señala Aguirre.
Según esta psicóloga, cuando un varón mata a su pareja o expareja, deja en evidencia su imposibilidad de responder a otras reglas que no sean las del patriarcado. “Los femicidas son los mejores alumnos del patriarcado”, afirma.
“La construcción cultural hace que la violencia sea parte de la identidad masculina deseada. Los varones ejercen una violencia mayor sobre las mujeres por este aprendizaje. Hay que ir haciendo el cambio cultural para que dejen de responder de esta manera y no sientan que su identidad tambalea”, opina.
Altamirano refuerza estas ideas y expresa que cambiar la manera de vincularnos “implica discutir con un sistema social y cultural que tiene miles de años”. Se trata de una discusión social que requiere de respuestas urgentes para detener la violencia machista, pero también de debates profundos al nivel de la cultura, para operar cambios a mediano y largo plazo. Y no sólo para proteger mujeres: Aguirre advierte que, si bien el patriarcado siempre va a despreciar más a una mujer que a un varón, también desprecia a algunos varones.
Clave: más educación sexual integral
Las especialistas, con mirada feminista, plantean como crucial la implementación de la ley de Educación Sexual Integral (ESI) para poder profundizar estas transformaciones en debate.
Carolina Guevara opina que la idea de que las cuestiones de pareja son un asunto privado debe caducar: “Son un asunto íntimo, pero no privado”, distingue.
“Las vivencias amorosas son asuntos personales, pero lo que sucede en una pareja afecta a su entorno, entonces también son un asunto de ciudadanía”, reflexiona.
El grupo Hablamos de Amor Córdoba elaboró una cartilla sobre “el amor en igualdad”. Allí describe algunas claves, como: el celular de la pareja no se revisa; no prohibir cosas a la otra persona; el otro no es mío; no soy un GPS para localizarlo todo el tiempo; se puede estar de novio pero sin dejar de compartir con amigos.
“Los jóvenes viven relaciones más diversas y de forma más natural”
Carolina Guevara es una de las gestoras del proyecto Hablamos de Amor Córdoba. Desde 2008 trabajan en prevención e investigación del problema de las violencias en relaciones amorosas adolescentes. Lo hacen desde una mirada feminista, en colegios secundarios de la ciudad de Córdoba.
La divulgadora señala que muchos jóvenes siguen arrastrando ideas de amor romántico, aunque se empieza a notar un cambio en la manera de vivenciar las relaciones. “Van conviviendo ambas formas”, apunta.
“Los jóvenes viven relaciones más diversas. Y las viven más naturalmente que otras generaciones”, dice.
Guevara destaca que, de a poco, van generando interés entre los varones, aunque advierte que la violencia en la pareja sigue siendo un tema que interpela más a las mujeres. El interés, según interpreta, comenzó a crecer a partir de la fuerte influencia ejercida por el movimiento Ni Una Menos.
“Por supuesto que esto no se da en todos los colegios por igual. En los sectores más populares aún nos cuesta más y hasta se nota un rechazo a las ideas feministas”, indica.
Hablamos de Amor Córdoba trabaja desde un fuerte cuestionamiento a la idea dominante del amor. Para ellas, todos los modelos de amor son válidos siempre que no afecte derechos, cercene libertades o produzca violencias.
“El amor es una vivencia fantástica, siempre que no dañe. Lo que sí cuestionamos es la idea hegemónica del amor. Por ejemplo, las relaciones no heterosexuales quedan en los márgenes y en la clandestinidad”, dice.
Para las impulsoras del proyecto, otro mito del amor romántico son los celos y la idea de que si no nos celan no nos quieren. “Este ha sido el móvil de un montón de femicidios”, advierten.
“Los chicos y las chicas hablan de celos, de prohibiciones y de control. En la mayoría de los casos detectamos que es más de los varones hacia las chicas. Por supuesto que estos comportamientos se presentan enmascarados de algo amoroso”, apunta Guevara. Y añade que, al principio, no lo identifican como violencia.
Publicado en La Voz del Interior en abril de 2021