Tipo de busqueda

La Doctora conmueve mientras avala el ajuste del Profesional

La Doctora conmueve mientras avala el ajuste del Profesional

Preferible que las barras se peleen cuando sientan la necesidad de pelearse.

Escribe Carolina Mantegari
del AsisCultural, especial
para JorgeAsisDigital.com

1.- Aburrimiento histórico de la contienda

Cuando dos barras necesitan pelearse hay que dejarlos pelear. Hablarles de paz y de amor es ridículo.
Corresponde protegerse y contemplar el espectáculo de la masacre. Sin intentar la romántica reconciliación.
A esta altura es tarde para reclamar migajas de racionalidad. En los dos bandos se impone el fanatismo ataviado de Justicia.
Corresponde dañar, hasta acabar con el predominio del otro.
El país derivó en un gran malentendido que oscila alrededor del eje de La Doctora.
El conflicto es diáfano. O se está a favor de La Doctora o en contra.
Tibios o meramente objetivos, abstenerse. Son tomados como enemigos de ambos bandos, para ser condenados a la soledad total.
O serán acusados, acaso, por neutros, como funcionales a los intereses del otro. No hay escapatoria.
O se está a favor de la jefa unánime del peronismo o se sitúa en contra de la jefa de la asociación ilícita del peronismo.
Corresponde resignarse al aburrimiento histórico de la contienda de los mellizos.
Catástrofe que signa la división maniquea del país trabado durante 80 años por el peronismo y el antiperonismo.

2.- El peronismo nunca te entrega

El acierto teórico de La Doctora consistió en advertir que el pedido de 12 años de prisión, del fiscal Diego Luciani, Strasserita, no obedecía a ningún pecado personal.
Era un ataque al peronismo. Ese apasionamiento generoso. El escudo que representa la mejor defensa.
Como el pedido de «inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos».

Por tribulaciones tergiversadas del Juicio al Muerto apodado Vialidad. Arrastra un claro destino de sobreseimiento.
Trátase del sistema de corrupción artesanal ubicado arbitrariamente en Santa Cruz.
Desde que Austral Construcciones emerge como continuidad de la Constructora Gotti, que Néstor Kirchner, El Furia, manejaba a través de Lázaro, El Resucitado Leal.
La ceremonia del castigo, a lo sumo, se agota, como límite, con el ya castigado.
José López, El Neolopecito. Aceptable intérprete de Lunita Tucumana que mantenía relación directa con El Furia. Como Ricardo Jaime, El Señor de los Subsidios. Sin pasar por el despacho formal de Julio De Vido, El Pulpo.
Consta que El Neolopecito, en su último tramo, intentó ser gobernador de Tucumán. Solía acompañarse con la guitarra al entonar la “lunita” calchaquí. Para terminar con la “plegaria atendida” de Truman Capote.
Los nueve millones de dólares y la ametralladora. En la privada de las monjas del convento donde aguardaba la conjura de una producción televisiva.

Ante la dureza de Strasserita, El Converso, La Doctora ensayó con el tono artesanal de su reacción.
Era para “inhabilitar al peronismo”. Coincidía con la interpretación ideológica de la vertiente dominante. El kirchnerismo.
En momentos de ofensiva, Néstor solía ocultar a los peronistas en los rincones y avanzaba democráticamente en nombre del progresismo a través de figurines emblemáticos que evocaban la nobleza de los derechos humanos.
En momentos de declive, o de retroceso, al sentirse acosado, El Furia pelaba la protectora identidad peronista. El máximo escudo de defensa.
La Doctora aprendió la lección de El Furia.
“El peronismo nunca te entrega”.

3.- La centralidad en el bolso

La Doctora -protegida- abusó de su inteligencia.
Transformó el pedido de Strasserita en su inmediato beneficio. Tarea para iniciados. Centralidad en el bolso.
Reconquistó volumen político. Derivó en sujeto del Operativo Clamor.
Tomó distancia del ajuste económico que disponía, instrumentado por Sergio Massa, El Profesional que se encargaba de gobernar.
Carambola a tres bandas. La Doctora logró despegarse del desastroso gobierno que presidía Alberto Fernández, El Poeta Impopular.
Para completar la proeza, en simultáneo, clavaba una estaca en la coalición de amateurs que se le oponían. Agudizaba las diferencias entre ellos.
Desde la monotonía tradicional de la calle Juncal envejecía hasta el refinamiento. Entre la ligera paquetería generaba el apasionamiento de la lealtad.
Los suyos, los de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, se cargaban del insumo épico de resistencia. Y producía enfrentamientos entre la pléyade de opositores que desconocían la manera de pararse ante la nueva situación.
El fervor de los apoyos relativamente populares ya era un problema para la seguridad capitalina que debía manejar Le Maire de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Le Maire trataba de sortear los tackles funcionales de la señora Patricia Bullrich, La Montonera del Bien.

Ambos -Larreta y Bullrich- compiten por la candidatura presidencial que los ilusos mayoritarios suponen que le corresponde a Mauricio, El Ángel Exterminador.
Pero La Doctora subía caprichosamente al ring a Le Maire Larreta. Porque tiene los fierros y está decidido a enfrentar al Ángel.
E ironizaba sobre algún hábito que los bebedores de agua mineral le atribuyen a la señora Bullrich.
Pronto los opositores competían para demostrar quién la tenía más larga para condenar alguno de los errores relevantes de Alberto.
Fuera de juego, el Poeta Impopular no figuraba en el orden del día. Pero decidió elevarse como gran defensor de su creadora y volvió a meter la pata al asociar la epopeya de Strasserita con la del fiscal Nisman.
Los legisladores combativos decidieron pedir el juicio político al campeón de la inoportunidad que ocupaba la changuita de la presidencia.
Para colmo se interpuso Facundo Manes, Cisura de Rolando, el neurólogo insensato que enviagró al radicalismo y pugna por el mismo cargo que Bullrich y Larreta.
El enviagrador no estaba convencido de pedir juicio político al presidente por semejante pequeñez.
Al neurólogo le costaba admitir la urgencia que se convierte en la clave fundamental de Juntos por el Cambio.
El “juicio político” debía salir de inmediato. Necesitaban instalarlo en el pase mágico más popular del sistema republicano y «ugandista».

4.- Odio o montaje

En el clímax de la tragicomedia surgió Fernando Sabbag, el Lobito Solitario.
Por la hazaña inofensiva de acercarse a La Doctora que volvía regalada.
Caminaba afectuosa entre los militantes que la idolatraban y los tiernos culatas que debían protegerla.
Pero Sabbag, continuador de Ali Agka, puso su revólver en las proximidades de la nariz de La Doctora. Para gatillar dos veces sin suerte. Por suerte.
Desde entonces el eje del atentado trunco acelera el rencor de las barras que quieren pelearse.
Al margen de la investigación de la doctora Capuchetti, brotan las contradictorias teorías referentes a la estética de la responsabilidad.
Sabbag no podía haber actuado solo. O solo con su novia.
Los adscritos que se conmueven con La Doctora y el peronismo sentimental invocan con énfasis la responsabilidad “del discurso de odio».

La abundante piedra libre para la difamación violenta hacia La Doctora. Condenada por la aplicación sin anestesia del lawfare.
O La Mafia del Bien. Instrumentada por sectores manipulados por la justicia, el periodismo y la política.
Para clausurar metodológicamente a líderes populares como Lula, Evo, Correa o La Doctora.
El discurso del odio es en teoría el origen irremediable del atentado. Aquí no hay lobo solitario que justifique la artillería desplegada por cualquier periodista relajado. De barbarie conceptual.
Pero en el sumidero de las redes sociales al discurso del odio se le opone la teoría más entretenida del montaje.
El episodio se reduce a la escenografía de una fábula del gobierno colapsado que necesita desviar las repercusiones del ajuste salvaje.
El objetivo capitalista del proyecto que desubica al adversario que lo prefiere bolivariano (cliquear).
Sin las inclinaciones ideológicas hacia el norte, al que conduce El Profesional con el respaldo de La Doctora.

5.- Epílogo del Lobito solitario

Presentar a Sabbag como un lobito solitario es una manera de minimizar el atentado. Pero ser un lobo solitario no es lo mismo que un «loquito suelto».
En el fondo se desea que Sabbag sea parte de un operativo financiado por la oposición. O del montaje perfecto organizado por el Instituto Patria.

Pero Sabbag es el lobito solitario marginal y sin causa, con la mitomanía programada del aspirante a sicario que contiene un abismal deseo de trascendencia.
Sin el respaldo de ninguna organización que mantenga el objetivo siniestro de cargarse a una lideresa popular que suele emocionarse exclusivamente con el veredicto de la historia.

Etiquetas::

También te puede interesar