Los cambios en el gabinete buscan evitar dolores de cabeza para la proyección de Llaryora. Los resortes que activa la reestructuración. Plusvalía dialoguista.
Una semana le tomó al peronismo cordobés acelerar los cambios que empezaron a percibirse urgentes luego de la derrota en Marcos Juárez. Aunque los análisis públicos sobre el traspié electoral hayan sido fundamentados en las virtudes ajenas más que en los yerros propios, los recientes cambios en el gabinete provincial no pueden escindirse de un clima de preocupación interna que se disparó tras las elecciones en el sur provincial. Juan Schiaretti, sin modificar la dirección de sus metas, movió las piezas del gabinete para proteger a su jugador más importante. Un gesto poco habitual en su gestión con el que busca un camino más apacible de cara a un 2023 en el que Hacemos por Córdoba juega su partida más importante: la que definirá su continuidad en el gobierno provincial.
La salida de Alfonso Mosquera del gabinete provincial parece cerrar el capítulo que se había abierto con la renuncia de Diego Cardozo. El exministro de Salud fue imputado este lunes por la presunta omisión de deberes de funcionario público en el marco de la causa que investiga la muerte de bebés en un hospital provincial.
La noticia confirmó uno de los principales temores de la administración cordobesa, que habría sido determinante a la hora de proyectar la salida del médico nacido en Suncho Corral, Santiago del Estero.
El mismo día, Nora Bedano abandonó la Agencia Córdoba Cultura en medio de denuncias por desmanejos y escándalos relacionados con el uso de las partidas presupuestarias y la contratación de personal. La villamariense volverá a la Legislatura, lugar al que también podría retornar el ahora exministro de Seguridad, eyectado del equipo de gobierno cuando su cartera es apuntada desde dos flancos: los casos de violencia institucional y la creciente ola de inseguridad.
Con esas tres salidas, que algunos sectores internos del PJ vienen pidiendo desde hace tiempo, Schiaretti busca reducir los efectos negativos que el potencial avance de causas judiciales podrían tener sobre la imagen de su gestión. No faltan quienes advierten que los cuestionamientos a la realidad provincial jugaron, aunque no de modo determinante, un papel importante en el cambio de clima que definió las cosas en Marcos Juárez. Del mismo modo en que se percibe que la profundización de la polarización política fue bien aprovechada por el equipo de Pedro Dellarossa, que profundizó su discurso antikirchnerista en la etapa final de la campaña, el gobernador no quiere que los señalamientos que se achacan al Frente de Todos recaigan sobre sus espaldas. Los funcionarios sospechados, afuera.
El movimiento lo vuelve a poner al frente de la gestión política. Además de inaugurar obras, anunciar planes y programas, el gobernador entendió que también resultaba necesario un gesto para pararse de un modo distinto ante la opinión pública. Nadie es intocable: a quien haya que cambiar, se cambia. Por más que ese estilo no haya sido una de sus características durante sus tres gestiones.
Si Mosquera es el mayor perjudicado tras la reestructuración del gabinete, uno de los grandes empoderados es Julián López. El saliente ministro de Justicia cuenta con el aval de todos los sectores del PJ provincial. Tres veces intendente de Melo, una pequeña localidad del departamento Presidente Roque Sáenz Peña, exministro de José Manuel De la Sota y exlegislador provincial, desde esos lugares construyó una excelente relación con el vicegobernador Manuel Calvo, los municipios y sus otrora pares de la Legislatura.
López fue, además, el responsable de agarrar el hierro caliente en dos de los conflictos recientes más complicados de la administración provincial: el asesinato de Blas Correas y el caso del Hospital Neonatal. Cultor del diálogo como herramienta política, logró sentar a las familias con el gobernador y darle algo de aire un gobierno que era acusado de “mirar para otro lado” por todo el arco opositor.
De perfil extremadamente cuidado, tiene un excelente diálogo con los diferentes sectores del peronismo histórico y es uno de los que mejor relación tiene con Martín Llaryora, con quien lo une una clara coincidencia generacional. Tendrá a su cargo el demandante ministerio de Gobierno, al que se le suma el área de Seguridad. En el nuevo esquema, el ministerio de Justicia y Derechos Humanos quedará a cargo de quien fuera su segunda, Laura Echenique, lo que convierte a López en uno de los hombres más poderosos dentro del gabinete. En el peronismo nadie parece sorprenderse demasiado con dicha acumulación.
En el Panal advierten que la unificación de Gobierno y Seguridad es una vieja idea de Schiaretti. De hecho, ya lo había hecho en sus anteriores gestiones con Carlos Caserio en 2007 y con Carlos Massei en 2015. Ahora, la llegada de López a la vivificada cartera mueve a Facundo Torres de Gobierno en pos de garantizar un trabajo más integral. De todos modos, el exintendente de Alta Gracia continuará en el gabinete, a cargo del flamante ministerio de Empleo y Formación Profesional.
Laura Jure es la otra figura que gana puntos dentro del equipo de gobierno. Reconocida como una de las dirigentas con más peso territorial dentro de Hacemos por Córdoba, su andamiaje político se encolumna dentro del armado de la senadora Alejandra Vigo, esposa del gobernador y potencial candidata a la vicegobernación. Su perfil público había tomado un vuelo mayor en los últimos meses, principalmente a partir de la ejecución de los programas de urbanización cuyo manejo ahora concentrará desde el ministerio de Hábitat y Economía Familiar, una de las áreas sociales más importantes de la gestión.El otro cambio, los que se quedan
Más allá de las necesidades de la hora, Schiaretti también deja claro que la interna no se llevará puestos a sus laderos más importantes, a pesar del pataleo de algunos sectores que no necesariamente coinciden con el pensamiento de sus referentes. El ejemplo más claro es la continuidad de Massei en Desarrollo Social.
Armador intelectual de la estrategia en Marcos Juárez, su nombre parecía ser la punta del ovillo de la que algunas figuras del llaryorismo estaban dispuestas a tirar para ganar lugares en detrimento de lo que en el interior del PJ llaman “la vieja guardia”. No sucedió, en parte porque Llaryora confía en que todo el equipo a cargo de pensar la estrategia de cara a 2023 tira para el mismo el lado, y que más allá de las voluntades expresadas por quienes encaran la denominada renovación peronista, necesitará de las históricas jefaturas territoriales para hacer frente a la batalla que vendrá. En el equipo del intendente no todos piensan parecido, aunque las diferencias mayoritarias parecen ser más de forma que de fondo.
Fuente: Cesar Pucheta para Letra P