El gobernador pidió cerrar acuerdos antes de llegar al poder. Su delfín, ampliar el armado. Macri y un pacto nacional que amenaza la unidad de JxC en Córdoba.
Martín Llaryora ostenta oficialmente el título de delfín del gobernador Juan Schiaretti. Sin embargo, desde hace más de un mes, se mueve como el principal operador del sueño presidencial del jefe de Hacemos por Córdoba (HxC). Este juego a dos bandas pasó casi desapercibido la tarde del lanzamiento provincial ante la efervescencia de algunos y la cautela de otros, como Natalia de la Sota. Como contó aquella tarde Letra P, el acto en el Hotel Quorum se alineó con el proyecto nacional que busca encarnar Schiaretti y tuvo en la boca del intendente un pedido explícito para empujar a su mentor. “Contá con nuestro apoyo, Juan. Te necesitamos como Presidente”, le dijo. Es probable que la observación general sobre la poca fuerza de la incursión del “Gringo” en la primera liga de la política argentina haya conspirado contra el sentido de aquel pedido.
Lo que pareció una arenga natural de un acto partidario siguió con lobby a gran escala del propio candidato peronista. La reunión secreta, pero ventilada con gran sentido de la oportunidad, entre el expresidente Mauricio Macri y el sanfracisqueño causó conmoción en Juntos por el Cambio (JxC) y talló la confianza del aliancismo cordobés.
Sobre lo conversado mucho se ha escrito, pese a que las consecuencias todavía son observables. Durante la semana, alfiles locales del fundador del PRO advirtieron que un gran acuerdo nacional podría condicionar las conversaciones domésticas. Ya lo dicen públicamente, a pesar de recibir acusaciones por herejes. El gran “partido cordobés” ilusiona a un sector y obliga al equipo de campaña del retador del peronismo, Luis Juez, a mofarse de la “credulidad” del team amarillo de Macri si piensa que Schiaretti o su aspirante a la sucesión les darán más poder real del que el macrismo concedería si fuera gobierno.
Con ese batifondo, Llaryora habló de formar “una coalición extensa” y de “ceder para crecer” ante el Círculo Rojo, en los habituales almuerzos de coyuntura de la Bolsa de Comercio que dirige un buen amigo de Macri, Manuel Tagle.
“Con la grieta se puede ganar una elección, pero no se puede gobernar. Si queremos hacer las reformas que hacen falta para salir de esta crisis, necesitamos una coalición que deje en segundo plano los intereses partidarios y priorice los intereses estratégicos”, expresó el hombre que prometió la ampliación de HxC a su tropa, al propio cofundador de Cambiemos y a diversos sectores productivos con los que conversa.
Llaryora parece más ocupado en lograr un armado nacional que, por ahora, en su propia campaña. Schiaretti no dejará pedaleando en aire a su candidato. Aunque no se sabe todavía hacia dónde apunta ni cómo lo hará, retomó la táctica transversal en la escena nacional. Junto a su par jujeño, el radical Gerardo Morales, compartieron un panel y la conclusión de la necesidad de romper la grieta.
Allí, Schiaretti envió un mensaje que combina con las tareas de Llaryora en el despacho de Macri de Olivos. “Los acuerdos hay que hacerlos antes de llegar al poder. Es difícil lograrlos una vez que se llega al poder; es fundamental abandonar la grieta”, apuró el diálogo multipartidario que, como se sabe, excluye al kirchnerismo.
Objetivo división
En la versión cordobesa de JxC suman una a una las cuentas de este collar que les ahorca. Minutos después de que en el Panal agitaran la ambición nacional de Schiaretti, la coalición reducía a la cuestión provincial la expresión de deseo de proyección fronteras afuera del gobernador y la seguidilla de fotos en su despacho con encumbradas figuras de la alianza opositora. Tenía lógica: Schiaretti necesitaba dilatar el síndrome del pato rengo ante la evidente renovación que transitaría el PJ, con dirigentes entre 40 y 50 años que estaban esperando la oportunidad, pero que no objetaron la sociedad exitosa entre su jefe actual y José Manuel de la Sota.
La activa participación de Llaryora en estos menesteres antigrieta refuerza la hipótesis inicial de la oposición, en especial, porque se trata de los dirigentes de la mesa chica de Llaryora, como el legislador Juan Manuel Cid, quien se animó a bautizar un armado amplio como Juntos por Argentina.
En el terreno de las indefiniciones aún, ¿podría un acuerdo nacional discurrir por un carril totalmente distinto a la compulsa provincial? Es altamente probable que la independencia no aplique, porque Schiaretti y Llaryora harán todo lo que esté a su alcance para retener la provincia.
Las condiciones son complejas. Llaryora supera a Juez, pero el margen de error de las encuestas no permite festejos anticipados por ahora. Las oraciones del peronismo piden por la ruptura aliancista, una vez más. Solo “San Macri” podría producir el milagro porque no quiere al senador en la boleta ejecutiva local; y entiende que HxC es más confiable en términos de gobernabilidad que su propia tropa.
Macri no es candidato y tiene mayor libertad para moverse en el tablero preelectoral, a diferencia de aspirantes como Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, que juran y perjuran que Córdoba debe ser gobernada bajo el signo de la alianza.
Curiosa es la referencia que surge de las filas macristas en los últimos días: “Juez va a terminar solo”. Vaticinio o expresión de deseo de un sector que no se sonroja con la funcionalidad, aunque gusten de llamarla “transversalidad” política.
Fuente: Letra P