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Lluvia de inversiones: El universo productivo argentino y su potencial exportador

Lluvia de inversiones: El universo productivo argentino y su potencial exportador

Falta poco para las PASO y una de las cuestiones centrales de campaña siguen siendo las empresas públicas. Para sumarle a la beligerancia usual sobre el tema, un tribunal de Estados Unidos falló contra Argentina en un caso por la expropiación de YPF, así que no faltaron quienes saltaron a la yugular. Un repaso histórico, un error político garrafal, el acierto de la expropiación y la cuestión judicial.

Si te he fallado te pido perdón

Argentina explota hidrocarburos desde hace más de 100 años. El 13 de diciembre se conmemora en nuestro país el día del petróleo porque en 1907 empezó a operar en Comodoro Rivadavia el primer pozo de forma sistemática. A partir de ese momento cambió parte de la historia y la matriz productiva del país y de una parte importante de la Patagonia. Tan importante es en Chubut que ese día es feriado, así que imaginate -pero de esto vamos a hablar otro día en profundidad-.

En 1922, Hipólito Yrigoyen creó YPF como una empresa estatal encargada de la exploración, explotación y distribución del petróleo y al poco tiempo -ya con Marcelo Torcuato de Alvear- asume el General Mosconi como presidente de la empresa. La compañía fue ganando relevancia hasta el golpe que derrocó a Yrigoyen en 1930 y estuvo bastante estancada hasta la llegada del peronismo. Ahí se le volvió a dar nafta –ba dum tss– y se intentó una alianza con la Standard Oil estadounidense a fin de lograr el autoabastecimiento energético, que significaba una traba para el desarrollo del país (te recomiendo este hilo de Manuel Cruz). El acuerdo fracasó en parte por la posición de Arturo Frondizi que se opuso a la cesión de soberanía que eso significaba y recién se impulsó algo similar, aunque con más garantías para las firmas extranjeras, en la presidencia del propio Frondizi -JA-.

Más allá de la ironía, esa política más aperturista permitió el autoabastecimiento durante unos años, hasta que bajo la presidencia de Arturo Illía se dieron de baja los acuerdos y se volvió para atrás. En los años siguientes no pasó nada muy importante, algunos momentos de mejora y otros de empeoramiento, pero la cosa anduvo relativamente estable.

Las complicaciones económicas durante el gobierno de Raúl Alfonsín golpearon también a YPF, que tuvo un déficit importante en la época y se volvió un blanco fácil para las políticas de Carlos Menem unos años después. Es en ese momento cuando empieza la historia que conocemos un poco más.

Las privatizaciones de Menem no se hicieron esperar y afectaron a la petrolera, pero su venta no se hizo de un día para el otro. La empresa pasó a ser una sociedad anónima con cotización en la bolsa, parte de las acciones quedaron en manos estatales y la otra parte fue a las provincias, a los trabajadores y a los privados que las compraran. Se fueron vendiendo activos de la empresa de a partes, se redujo la producción y el área explotada, y se achicó la cantidad de trabajadores de 50.000 a 7.000 aproximadamente. Imaginate el efecto que esto tuvo en las zonas petroleras -pero de vuelta, lo vamos a ver otro día-. De a poco las acciones estatales y de los trabajadores representaron una porción cada vez menor hasta que en 1999 se vendió casi la totalidad del paquete accionario a Repsol, lo que nos lleva al próximo capítulo.

Si tenés ganas de indignarte, te recomiendo mucho este episodio de Ciencia del Fin del Mundo donde narran cómo fue el proceso de privatización y liquidación de YPF.

Inversiones eran las de antes

Con la adquisición de la petrolera estatal, Repsol entró en una etapa de transnacionalización. Si bien ya tenía algunos activos por fuera de España -donde está su casa matriz-, se consolidó en América Latina y en otras latitudes, en parte por los activos comprados a YPF. Aunque parezca raro, antes de 1999, la petrolera argentina tenía operaciones en la mayor parte de los países de la región, así como también en Estados Unidos, Indonesia y Rusia.

Ahora bien, por lo general cuando se realizan operaciones por varios miles de millones de dólares, como fue en este caso, las empresas suelen tomar deuda para hacerlo. Para pagar una parte, la gerencia española decidió vender parte de los negocios internacionales y de paso transferir otra parte a filiales dentro de Repsol. Algo que es totalmente legítimo para una empresa, pero nosotros salíamos perdiendo enormemente. Por si fuera poco, las operaciones en Argentina también se fueron perdiendo, hacia el fin del dominio español las reservas netas de la compañía pasaron a ser un tercio de lo que eran en 1999.

Este gráfico surge del Informe Mosconi que elaboró el gobierno de Cristina Kirchner como parte de la estrategia para intervenir y expropiar la empresa. El documento es bastante deprimente porque detalla con lujo de detalles todo lo que sucedió, así que si te interesa el tema te lo recomiendo mucho.

Parte de esa caída en las reservas se debió a una de las políticas que adoptó Repsol a partir del 2003: la desinversión en exploración. Los pozos petroleros tienen una vida útil, así que continuamente hace falta analizar dónde hay más lugares que puedan explotarse de forma rentable. ¿Qué pasa si no se explora? Con el tiempo uno se va quedando únicamente con los pozos viejos, que además van perdiendo productividad, por lo que la producción también empieza a caer. Esto se debió -según Repsol- a que los precios internos del combustible se desacoplaron de los internacionales, es decir que era menos conveniente vender acá que exportar, por lo que la decisión de la empresa fue invertir menos y a la larga producir menos.

La política energética es un tema bastante complejo, así que otro día podemos hablar más en detalle. Lo que es bastante claro es que pisar mucho los precios frente a los internacionales no ayuda a aumentar la producción, algo que aplica a Repsol y a todas las otras petroleras. Con esto quiero decir que la caída en la producción de gas y petróleo de esos años no se explica solamente por las decisiones españolas.

A eso hay que sumarle tres cosas. La primera es que YPF fue siempre uno de los actores más importantes en la producción de hidrocarburos del país. La segunda es nuestra dependencia de los combustibles fósiles para satisfacer nuestra demanda energética. La tercera es que el crecimiento económico de la primera década de los 2000, sumado al bajo precio de las tarifas eléctricas al consumidor, aumentó considerablemente la demanda energética local. En resumen: necesitábamos mucha más producción de la que teníamos. ¿Resultado? Déficit energético e importación brutal de energía. ¿Problema? Eso se come los dólares que necesitamos para crecer. Algo de eso se puede ver claramente en este documento de Fundar (de donde sale este gráfico).

Una última cuestión a considerar y ya pasamos a la parte alegre. Durante los primeros años de los gobiernos kirchneristas se defendió la idea de argentinizar al empresariado local, dado que las privatizaciones de los ’90 habían sido en gran medida explicadas por inversiones extranjeras. Esta política de promover la burguesía nacional, que en algún sector puede haber funcionado, salió muy mal en YPF. Así fue que en 2008, previo a la estatización, el gobierno promovió la entrada en la petrolera del Grupo Petersen -en cabeza de la familia Eskenazi- como accionista minoritario, pero con poder de decisión. Para lo cual el grupo accedió a una serie de créditos internacionales y a un acuerdo con Repsol para pagar parte de las acciones con la remisión de dividendos generados en YPF a Repsol.

Acá también hay una serie de problemas, pero vamos con los dos más claros. En primer lugar, el Grupo Petersen no tenía experiencia en el sector, algo que si bien puede ser matizado por la expertise de los trabajadores de la petrolera es sumamente perjudicial. En segundo lugar, la forma en la que entraron los Eskenazi en la empresa requirió profundizar la remisión de utilidades, lo que significa una mayor desinversión.

¿Qué es esto? Cuando a las empresas les va bien obtienen ganancias, es decir los ingresos son mayores a los gastos. Parte de esos beneficios pueden ir a generar más inversiones, de forma tal de garantizar que el proceso de producción vaya in crescendo con el correr del tiempo, mejorando lo que tengo o agregando más cosas. Otra parte suele ir a los accionistas, que justamente tienen una participación para obtener retornos. Lo que se rompió en este caso es la lógica de reinversión. Por lo general, esa parte de los beneficios suele ser mayor que la remisión de utilidades, porque lo que se busca es que el negocio siga creciendo. Pero en este caso, desde antes de la incorporación del Grupo Petersen -pero sobre todo a partir de ella-, la relación se revirtió e YPF empezó a girar más dividendos que a reinvertir. Tanto es así que hubo años desde la nueva incorporación en 2007 que los dividendos pagados fueron mayores que las utilidades, un escándalo…

Ese gráfico que también es parte del Informe Mosconi que te comentaba anteriormente, muestra en parte el vaciamiento de la empresa petrolera. Te preguntarás cuál es la gracia detrás de esto. Por un lado, el nuevo accionista pagaba su deuda con esta remisión de utilidades. Por otro, Repsol profundizaba su estrategia de diversificación invirtiendo parte de esas rentas en otros países. Es decir, desde nuestro país le pagamos a una empresa española sus inversiones en el norte de África y de paso nos compramos un problema mayúsculo en la balanza comercial.

YPF: el caballero de la noche asciende

En ese contexto, en 2012 se decide avanzar con la expropiación del 51% del paquete accionario en manos de Repsol y tal como hace Batman en la tercera película de la saga de Nolan, YPF reaparece con un rol preponderante en nuestra economía.

No solo las utilidades comenzaron a invertirse en nuestro suelo, sino que también se avanzó fuertemente en explorar la posibilidad de que Vaca Muerta sea una clave para nuestro sector energético. Si bien Repsol había comenzado un proceso de exploración en la zona, el comportamiento de la empresa española habilitaba a pensar que no iba a ser lo mismo. Pero no entremos en contrafácticos.

Lo que sí sabemos es que YPF le dio prioridad a la cuenca neuquina en un momento en el que, si bien se tenía una idea de su potencial, nada estaba garantizado. De hecho, lo que reinaba era la incertidumbre acerca de qué tan posible era explotar acá ese nuevo tipo de yacimientos -los no convencionales-, algo que nunca se había hecho. Para eso se llegó a un acuerdo de explotación conjunta con la americana Chevron y la historia es más o menos conocida. Pero por las dudas, te dejo esta entrega de Lluvia de Inversiones donde ya lo hablamos.

Algo en lo que me quiero detener unos segundos es en el rol del Estado. Como dije al principio de la entrega, esta campaña tiene como uno de los ejes el tema de las empresas públicas. Se habló mucho de Aerolíneas y con el fallo buitre de YPF el escrutinio pasó de este lado y se empezó a discutir -por decimonovena vez- si la expropiación estuvo bien o mal. Como no hay nada más soporífero, para mí, que las discusiones legales, me quiero centrar en lo que posibilitó la injerencia estatal en la empresa.

Hay inversiones en las que las empresas privadas no se meten, ¿por qué? Son territorios plagados de incertezas y no se puede estimar correctamente cuál es el posible margen de ganancia que traería esa investigación. De algo de esto habla Mariana Mazzucato en sus libros mostrando los ejemplos de internet y las pantallas táctiles. Varios de los elementos que se utilizaron en el iPhone cuando salió y revolucionó el mercado telefónico estuvieron asociados a gigantes inversiones del Departamento de Defensa de Estados Unidos para resolver cuestiones militares. Es decir, el Estado invirtió millones de dólares para financiar investigaciones a cargo de empresas, lo que posibilitó años después que se alcance un producto comercial. Esto no quiere decir que siempre salga bien, pero lo que sí es bastante probable es que nunca se hubieran logrado sin el apoyo estatal.

Pero no nos vayamos del tema. La estatización de YPF fue estratégica en tanto permitió avanzar muy rápidamente en este nuevo tipo de yacimientos. Hace 10 años no había explotación alguna, hoy en día solo con Vaca Muerta superamos a Bolivia en su conjunto, como bien resalta Victoria Terzaghi en este tweet. Esto sucedió en gran medida porque YPF despejó el panorama de incertidumbre acerca de la posibilidad de explotar este tipo de yacimientos y otras empresas del sector empezaron a hacer lo mismo. Lo que habilita el llenado del Gasoducto Nestor Kirchner y a pensar en el autoabastecimiento energético en los próximos años. Menuda tarea la inversión estatal.

De todas maneras, los estados no pueden hacer todo, menos cuando estamos en crisis. Por eso también es clave generar incentivos y crear marcos normativos adecuados que habiliten la inversión privada en conjunto de la pública. Algo de esto se está discutiendo en el tema GNL que tratamos en la entrega de Vaca Muerta.

El día del juicio final

Voy a ser sincero, Iván me ahorró un problema con su entrega del martes porque explicó con lujo de detalles qué es lo que está sucediendo ahora en Nueva York y el juicio buitre -es una pena que les haya quedado el nombre de un animal tan increíble a los fondos de este tipo-. Si bien te recomiendo enfáticamente que vayas a leer su entrega, desde que dice Last but not least, veamos un poco qué pasó.

Cuando se estatizó YPF, solo se compró el paquete accionario de Repsol, lo necesario para tener el 51% de la empresa y poder tomar las decisiones. El tema es que en el estatuto de la petrolera dice que las compras de ese tamaño obligan a llamar a una oferta pública a todos los accionistas, de forma tal de que puedan decidir si vender o no sus acciones. Esto no pasó, en parte porque el que hizo la compra no fue un privado, sino un Estado. ¿Por qué se hizo así? Porque hubiera sido mucho más caro comprar el 100%.

Como la política de la empresa cambió a partir de la estatización y las utilidades empezaron a usarse en mayor medida para la inversión local, la deuda del Grupo Petersen en la que se usaban los dividendos no se pudo pagar -porque se estaban destinando a invertir realmente-. El resultado: llaman a concurso de acreedores y un fondo buitre compra el derecho a juicio por las acciones. Eso nos lleva a un juicio y lo perdemos, pero no sabemos todavía el monto a pagar, que puede ir desde 5.000 millones de dólares a 16.000.

Sos libre de sacar tus propias conclusiones, pero aprovecho el espacio para dar la mía. La política de argentinización y confianza en un grupo nacional fue errada y nos costó caro. Por el contrario, la estatización nos abrió el camino a pensar en el autoabastecimiento energético y en plantas de GNL, algo que si sale bien va a suponer una mejora importante de nuestras cuentas públicas. Sin duda es un gol.

Por: Nicolás Sidicaro – Cenital

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