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Schiaretti cumplió: llegó a octubre y abre un desafío inédito para la isla del cordobesismo

El gobernador terminó su campaña pese a todos los pronósticos. Llaryora toma la posta con una política de fronteras abiertas. El objetivo corto, las bancas. Recuperar centralidad nacional, la gran apuesta.

Juan Schiaretti no se bajó. La porfía se celebró a lo grande, en un estadio Quality Arena desbordante de peronistas y socios transversales de Córdoba y el país. “Hemos vencido todos los vaticinios. Ganamos la provincia y ganamos la ciudad nuevamente. ‘Juan se va a bajar’, decían primero; ‘no se va a presentar’; ‘no va a poder entrar’, nos decían. Y acá estamos”, vociferó, con su estilo ya inconfundible, el gobernador electo, Martín Llaryora, beneficiario directo de la jugada de su promotor.

Les asiste el derecho del entusiasmo en una Argentina marcada por la incertidumbre, la lejanía de la política con la sociedad y, claro, el desatino sistemático de las encuestadoras para anticipar una tendencia. Hasta el domingo a la noche, el cordobesismo sentirá que todo fue ganancia, que dieron un paso fundamental para mostrar un “modelo de gestión” que cumplió 24 años y se extenderá por cuatro más.

Material de análisis posterior será la performance cuantitativa del gobernador-candidato; o si la injerencia plena que pudo mantener mientras se sustanciaba la transición con Llaryora trasciende los objetivos cortos (las tres bancas) para convertirse en un actor gravitacional de la política que viene.

Y fue Florencio Randazzo, a quien durante toda la semana lo sindicaron con el interlocutor del cordobesismo con Javier Milei, el que ofrendó la gobernabilidad a la fuerza victoriosa. Una postura híbrida que tiene poco de juego neutral, precisamente por la apuesta presidencial que siempre estuvo atada a objetivos de estricto orden interno.

Schiaretti no se bajó, pese a todo. Pese a que no pudo sustanciar el frente de frentes con Horacio Rodríguez Larreta. No lo amedrentó el inesperado segundo puesto en la provincia que gobernó tres veces. Tampoco el fuego amigo de la dirigencia renovadora (filomassista) que le endilgó antiperonismo y otros conceptos que suelen usarse para el peor de los adversarios.

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