Durante su gira por África Subsahariana, Antony Blinken advirtió contra las intenciones de China y Rusia en el continente, pero sólo ofreció palabras contra obras y servicios concretos.
POR EDUARDO J. VIOR
Tras la exitosa gira del ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, por África en julio pasado, el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken visitó esta semana tres países del sur y centro del continente. Durante su viaje, el pasado lunes 8 la Casa Blanca publicó el documento “Estrategia de los Estados Unidos hacia el África Subsahariana”. Tanto en el texto oficial como en los discursos del secretario el gobierno norteamericano dejó en claro que se acerca al continente, porque está preocupado por la creciente influencia de China y Rusia en esa región y por las consecuencias que la misma podría tener para la seguridad nacional de EE.UU. Sin embargo, ni el diplomático ni el documento ofrecieron algo más que enunciados generales y de sentido dudoso. Fue poco para contraponer a la avalancha de proyectos constructivos chinos y a los servicios que presta Rusia.
Este jueves 11 Blinken estuvo en Kigali, Ruanda, en la última parada de su gira. Llegó allí cuando la República Democrática del Congo (RDC) está achacando a Ruanda que apoya a grupos rebeldes que devastan el este del país y las autoridades ruandesas acusan a la RDC de dar refugio a combatientes de la etnia hutu a los que Kigali culpa del genocidio producido en 1994. Un tercer actor es Uganda, que desde hace tiempo compite con Ruanda por su influencia en la región de los Grandes Lagos. El secretario de Estado intentó no inmiscuirse en el conflicto regional, pero mencionó un informe reciente en el que se demuestra cómo el ejército ruandés interviene en Congo.
En su gira, Blinken ha presentado la nueva estrategia de Washington para relacionarse con las naciones del África subsahariana como “socios iguales”. Entre el domingo y el viernes estuvo en Suráfrica, Congo y Ruanda. Con la visita del secretario EE.UU. dirige por primera vez en muchos años su atención hacia África. Respondiendo a las acusaciones rusas y chinas de que EE.UU. es una “potencia neoimperialista” que quiere someter a los países africanos, en su discurso en la Universidad de Pretoria, Suráfrica, el pasado lunes, el jefe de la diplomacia de EE.UU. subrayó repetidamente que Washington sólo quiere actuar en consulta con los líderes y las comunidades locales africanas.
La “Estrategia para África subsahariana” publicada por la Casa Blanca el mismo lunes 8 se propone durante los próximos cinco años defender la seguridad nacional norteamericana en el continente mediante la colaboración con actores regionales y mundiales. Según el documento, que forma parte de la Estrategia de Defensa Nacional 2022, el Departamento de Defensa de EE.UU. buscará la cooperación con los países africanos, para “exponer los riesgos de las actividades negativas de la República Popular China y Rusia” en la zona.
Esto se lograría potenciando “las instituciones de defensa civil”, así como ampliando “la cooperación en materia de defensa con socios estratégicos”. Washington piensa, además, involucrar al sector privado de defensa por medio de la iniciativa “Prosper Africa” para desarrollar “tecnologías sostenibles” y “soluciones energéticas” para las fuerzas armadas africanas.
Además de la cuestión de la seguridad, en la nueva estrategia estadounidense se contempla la asociación con los “países africanos para reconstruir el capital humano y los sistemas alimentarios” afectados por la pandemia de Covid19 y el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania. También se busca una vinculación “con los gobiernos, la sociedad civil y las comunidades locales” para la conservación, gestión y restauración de los ecosistemas del continente.
La nueva estrategia afirma que China ve a África como un “escenario importante para desafiar el orden internacional basado en reglas, promover sus propios y estrechos intereses comerciales y geopolíticos y debilitar las relaciones de EE.UU. con los pueblos y gobiernos africanos”. A su vez, Rusia, define el texto, “ve la región como un entorno permisivo para empresas paraestatales y militares privadas”.
Tarde se acuerda Washington de África. Según Bloomberg, los sucesivos gobiernos norteamericanos no han dado importancia a las relaciones con el continente que representa sólo el 1,2% de su comercio total. A pesar de que los intercambios aumentaron desde 2000, los países africanos han intensificado mucho más sus relaciones con China, porque ésta respeta su no alineamiento y ofrece préstamos e inversiones con pocas condiciones.
La agencia de noticias informa también que, a pesar de los intentos de Occidente por aislar a Moscú, en los últimos seis meses Rusia ha aumentado mucho su presencia en África. A fines de julio el ministro de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov realizó una vista a Egipto, República Democrática del Congo, Uganda y Etiopía en la que trató la cooperación industrial y comercial con los estados africanos. Este viaje preparó el terreno para la próxima IIª Cumbre Ruso-Africana que se celebrará a fines de este año en Addis Abeba, Etiopía.
Durante la primera etapa de su viaje Lavrov fue recibido calurosamente por los representantes de 23 naciones en la sede de la Liga Árabe en El Cairo, donde se discutió una amplia gama de cuestiones. En su discurso ante la asamblea Lavrov declaró que “estamos en el comienzo de una nueva era, en movimiento hacia el multilateralismo real, no hacia el multilateralismo que Occidente trata de imponer sobre la base del papel excepcional de la civilización occidental en el mundo moderno. Y creo que el movimiento es imparable. Intentar ponerlo en pausa es ir en contra del proceso objetivo de la historia. Esto sólo retrasaría por algún tiempo la eventual formación del verdadero mundo democrático multipolar.”
Rusia considera a Egipto como una puerta de entrada a África que conecta los mundos de Asia Occidental, África y Europa. En los últimos años, Moscú ha trabajado incansablemente para asegurar una relación estratégica integral con El Cairo. Por un lado, Egipto ha acordado con Rusia construir Zonas Económicas Especiales (ZEE), la mayor de las cuales se encuentra en Port Said, en el extremo norte del Canal de Suez, donde se producirán autopartes.
Estas ZEE (que Rusia también ha construido en Mozambique y Namibia) tienen varias ventajas estratégicas y económicas. No sólo permiten eludir las sanciones europeas permitiendo a las empresas automotrices europeas enviar autopartes a las ZEE africanas, donde los vehículos se ensamblan y se envían como productos acabados a Rusia, sino que ayudan a reducir los costos laborales e incentivan el desarrollo industrial africano.
Además de garantizar a sus socios del continente los envíos de trigo y otros productos que necesitan desesperadamente para paliar la sequía y la consecuente crisis alimentaria, Lavrov presentó una amplia estrategia de desarrollo para África que prevé la creación de zonas de libre comercio integradas tanto a la Nueva Ruta de la Seda (china) como a los corredores de transporte Norte-Sur (rusos), ambos financiados cada vez más fuera del orden occidental. Cabe señalar que 40 de los 55 Estados africanos (incluida la Unión Africana) han firmado memorandos de entendimiento con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), uniéndose así a otros 20 estados árabes.
Uno de los principales componentes de esta estrategia es el éxito del Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA), que entró en vigor en enero de 2021. Hasta hace poco, la falta de normas comunes y de infraestructuras habían paralizado a África, pero la tendencia se ha invertido.
En consonancia con los sistemas de pago alternativos creados por Rusia y China, a partir de enero de 2022 funciona un Sistema Panafricano de Pagos y Liquidaciones que permite a las naciones africanas liquidar sus saldos comerciales en monedas locales en lugar de en dólares estadounidenses. Además, se ha establecido un pasaporte unificado para viajar entre las naciones africanas, de modo que la circulación de personas y bienes dentro del continente se ha multiplicado.
La cooperación rusa con África mantiene especiales lazos con Egipto que se remontan a la década de 1950. El país norafricano está a punto de firmar un Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Económica Euroasiática (EAEU, por su nombre en inglés) y también pretende unirse a los BRICS. En 2021 ya ingresó de pleno derecho al Banco de Desarrollo de los BRICS. También ha comenzado a construir un ferrocarril de alta velocidad de 1.000 km desde el Mediterráneo hasta el Golfo de Suez pasando por la nueva capital administrativa, 45 km al este de El Cairo, que se está erigiendo con ayuda de China. Otros tramos de este ferrocarril están previstos para los próximos años. Se trata de uno de los pocos proyectos ferroviarios del planeta no financiado directamente por China. Rusia suministra los vagones, mientras que empresas alemanas y egipcias construyen las líneas ferroviarias. Cuando esté terminado, este sistema reducirá a la mitad el tiempo de viaje entre el Mediterráneo y el Mar Rojo y aliviará el congestionado tráfico de mercancías por el Canal de Suez.
También, en abril de 2021 se firmó finalmente un acuerdo para la construcción de la tan esperada línea ferroviaria Egipto-Sudán de 570 km, propuesta por primera vez en 2010, que será tendida por empresas egipcias y kuwaitíes.
A pesar de las tensiones provocadas por la Gran Presa del Renacimiento (GERD, por su nombre en inglés) de Etiopía, la integración de África Oriental avanza con rapidez. La punta de lanza de esta cooperación entre Etiopía y sus vecinos del norte es un nuevo ferrocarril de ancho estándar de 1.522 km que conecta Addis Abeba (Etiopía), Jartum (Sudán) y Puerto Sudán en el Mar Rojo.
Desde el golpe de estado de 2019 en Sudán se ha puesto en marcha un programa ferroviario de 640 millones de dólares, en gran parte con financiación china, del Banco Africano de Desarrollo y de varias empresas del Golfo Pérsico. Esta iniciativa no sólo rehabilitará la red ferroviaria sudanesa de 4725 km, sino que conectará el puerto de Sudán con Darfur y de ahí con Chad en el oeste.
Al sur de Sudán Etiopía ha sido la más activa (y la más soberana) de todas las naciones que bordean el Mar Rojo. No sólo está terminando de construir la Gran Presa del Renacimiento (GERD) de 6200 MW (autofinanciada), sino que también ha firmado acuerdos de cooperación militar y económica con China, que es el principal inversor en el ferrocarril de ancho estándar Addis Abeba-Djibouti, de 480 km, terminado en 2017.
Por su parte, Rusia ha contribuido a resolver la disputa sobre el GERD entre Egipto, Sudán y Etiopía y el 12 de julio de 2021 se cerró un acuerdo que garantizaba la tecnología y la formación rusas a los militares etíopes.
En tanto, en enero de 2022 el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, anunció el apoyo de Pekín a una enorme extensión del ferrocarril Mombasa-Nairobi, de 578 km, hasta Uganda, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo. Con este proyecto, cuyo costo se estima en 5.200 millones de dólares, el ferrocarril se unirá a la línea de Addis Abeba y de ahí a Yibuti y Eritrea.
Hay muchos grupos similares de corredores ferroviarios y energéticos que se están construyendo en toda África que muchos críticos siguen tratando como si fueran proyectos fragmentarios desconectados de cualquier visión coherente.
Sin embargo, aunque Rusia, China y sus asociados en el mundo árabe y africano deben mantener sus cartas tapadas, si se mira el conjunto, se nota que todo responde a una visión estratégica para la integración de África en la Nueva Ruta de la Seda.
Uno de los programas más inspiradores que une estos miles de proyectos es el a menudo olvidado Ferrocarril Transafricano. En diciembre de 2018 la Comisión Intergubernamental Rusia-Sudán acordó la participación de Rusia en la construcción del ferrocarril transafricano de 8.600 km entre Dakar (Senegal), Puerto Sudán (Sudán) y Yibuti. Cuando esté terminada, esta línea atravesará diez naciones africanas (Senegal, Malí, Níger Chad, Burkina Faso, Nigeria, Camerún, Sudán, Etiopía y Yibuti). China ya ha comenzado con la primera fase del programa, de 2.200 millones de dólares, con la mejora de 1.228 km entre Dakar (Senegal) y Bamako (Malí).
El ferrocarril transafricano constituirá la columna vertebral de la Red Ferroviaria Integrada de Alta Velocidad de África (AIHSRN, por su nombre en inglés), que se esbozó por primera vez en 2014 en la Agenda de Desarrollo de la Unión Africana para 2063. Dentro de este programa de conectividad continental total, nueve enlaces ferroviarios unirán a todas las naciones en un modo de transporte coherente y eficiente, al tiempo que estimularían el crecimiento de nuevas industrias, proveedores de piezas, sectores manufactureros y academias de formación. También se construirían cientos de puentes, túneles, puertos y nuevas carreteras, entre ellas el sistema de autopistas transafricanas de 56.600 km, que ya cuenta con decenas de miles de kilómetros de caminos y carreteras asfaltadas donde hasta hace poco sólo existían caminos de tierra o zonas vírgenes.
Ante esta plétora de realizaciones, los responsables políticos africanos desconfían de la repentina oferta de cooperación y apoyo de EE.UU., que no ha asignado ninguna partida presupuestaria para mejorar las infraestructuras africanas o ayudar a afrontar su crisis sanitaria. África espera auxilio exterior para recuperarse de la doble crisis sanitaria y económica. Además, tiene graves problemas de abastecimiento de alimentos y agua que requieren cuantiosas inversiones del exterior.
Es innegable que la visita de Blinken fue una respuesta directa a la gira africana de Serguei Lavrov. La nueva mentalidad de Guerra Fría de EE.UU. está provocando nuevas guerras y la escasez mundial de alimentos y energía. También está alimentando una inflación mundial y un crecimiento anémico que perjudica a muchas economías.
China y Rusia construyen infraestructura. Estados Unidos va a tener que ofrecer algo más que amenazas, si quiere hacer pie en un continente en el que sólo se ha hecho presente a través de sus servicios de inteligencia y sus empresas armamentistas.