José Ángel es un verdadero apasionado de lo suyo. Oficio que aprendió sin querer y la panadería se transformó en su pasión.
José Ángel Godoy, más conocido por todos como “Cachito”, se jubiló la semana pasada con 50 años de labor en el mundo de las panaderías. Como si fuera poco, un día antes de celebrarse el Día del Obrero Panadero, cumplió 35 años de oficio en el mismo lugar.
Apasionado de su trabajo, tiene ganas de seguir adelante en la cuadra donde todo sucede, aunque reconoce que la vocación nació de una amistad porque antes fue canillita.
“La semana pasada me llegó la jubilación y tengo que ser agradecido con los patrones que tuve en mi vida. Mis abuelos fueron mis primeros patrones; mis padres, mi ejemplo y luego los dueños de las panaderías donde trabajé”.
José Ángel cumplió 35 años en la Panadería Sarmiento donde actualmente es el encargado de estibar los grisines, elaborar las facturas y dejó su lugar de Maestro Panadero para ser una especie de ayudante.
“Cachito” se inició en este rubro gracias a un amigo que tenía su panadería por Corrientes al 500. “Todas las mañanas pasaba a saludar y de paso aprendía y ayudaba”, recordó.
Todo eso era antes de las 6.30. “Después trabajaba como canillita de LA VOZ DE SAN JUSTO sobre calle General Paz. Tenía para repartir el diario a más de sesenta clientes que lo esperaban todas las mañanas. Pero antes me iba a la panadería de mi amigo. El pan se cortaba a mano y yo lo ayudaba. Ahí empecé con algunas tareas, pero lo hacía porque me gustaba”, contó.
Con el tiempo, Godoy se hizo amigo de la gente de la panadería hasta que un día le pidieron que acompañe al repartidor a buscar unos víveres, pero el joven robó mercadería y lo echaron.
Los dueños le ofrecieron ese puesto de repartidor porque no sabía hacer el pan. Pero al mes se recibió de panadero y nunca más dejó la cuadra. En ese lugar trabajó varios años hasta que hubo un cambio de dueños y empezó a trabajar en la Panadería Sarmiento.
Este panadero atravesó todas las etapas en este oficio, desde el horno de barro hasta la presencia actual de las máquinas. “Hay maquinarias que quizás con menos empleados pueden hacer cosas, pero el panadero es irremplazable. Todos los días se aprende algo nuevo en esto porque la harina no siempre es de buena calidad y el producto hay que sacarlo bueno. Solo el panadero puede hacerlo”, afirmó.
“La panadería me enseñó la importancia de la responsabilidad, porque esto se hace todos los días pero lo fundamental es la higiene porque estoy elaborando algo que consumirá otra persona, también mis hijos y por eso hay que ser cuidadoso”, concluyó.
Por Stefanía Musso | LVSJ