Por Iván Schargrodsky*
Si tiene razón la poeta Louise Glück cuando dice que sólo miramos el mundo una vez, en la infancia, y que el resto es recuerdo, una porción relevante de los argentinos que votan a Javier Milei vieron a su país a través de la historia de la crisis. Hoy es remanido insistir en que es en ese universo de enojo y frustración donde se apalanca el crecimiento del libertario, aunque la composición del voto de La Libertad Avanza es particularmente heterogénea y es a esa diversidad a la que se pliegan los equipos de campaña de Sergio Massa y Patricia Bullrich para intentar modificar un resultado que, aún con tendencias, muestra un final abierto.
En el entorno de Milei las opciones son solo de triunfo: varían desde una coronación en primera vuelta hasta una ventaja de más de seis puntos a favor sobre Massa. La confianza se explica, en parte, por una empresa estadounidense que les acercó números que los muestran al borde de evitar el ballotage. Es la misma compañía, dicen, que anticipó el resultado de las PASO. Sin embargo, a pesar de la seguridad transmitida, el tono es de mesura. Podría explicarse por lo que sugieren en Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. En los espacios de la casta ven a un Milei cayendo sostenidamente desde hace 15 días -en el interior, a manos de Bullrich, y en el conurbano bonaerense por el crecimiento de Massa. La respuesta en el universo libertario es lacónica: “Lo mismo dijeron antes de las PASO”. It´s a developing story.
Si bien las encuestas -igual que, ejem, los economistas- parecen tener la brújula desmagnetizada hace tiempo, los estudios interesan, a veces, por lo que dicen más en lo cualitativo que en lo cuantitativo. Un sondeo reciente de la consultora Sentimientos Públicos -que destaca por una muestra de 8400 casos- muestra algunas tendencias sociales que acompañan el ascenso de Milei que recortan transversalmente en lo que se eran clivajes establecidos y crea otros, nuevos.
A esta altura es conocida la preponderancia del libertario entre los más jóvenes, con porcentajes plebiscitarios entre los menores de 25 y muy buenos entre los menores de 40. Más interesante es que ambos segmentos concentran a la mayor fracción de votantes indecisos en la división por franjas etáreas. Del mismo modo, el desequilibrio de género entre quienes apoyan a Milei no se traduce en apoyos entusiastas a Bullrich o a Massa que, si bien tienen más permeabilidad entre las mujeres que entre los varones, no se benefician en espejo como sí se observó en las recientes elecciones en Brasil o los Estados Unidos. Según el estudio, las indecisas duplican a los indecisos frente a la elección del próximo domingo. Milei, desde su rol de outsider, logra también representar lo que, de otro modo, nadie representa y, en este sentido, contiene dentro del sistema. 47% de los votantes esperan un cambio radical, por encima del 27,5% que prefiere un presidente con valores similares a los suyos o el 21,6% que quiere un presidente razonable. Estos dos universos, que contienen casi el 50% de los votantes, es lo que hace ilusionar a Bullrich y Massa en un eventual ballotage. El descontento es extendido y trasciende a la actual gestión. Apenas un 3,5% puso como prioridad una derrota del oficialismo. El cambio es el otro.
Por otra parte, la encuesta muestra otro resultado paradójico, que cristaliza la profundidad de los cambios que están sucediendo en las miradas del electorado. Desde la consultora identifican como el lazo que cohesiona las mayores adhesiones a Milei en aquellos que perciben, correcta o incorrectamente, que tienen poco por perder. El candidato que en su discurso de victoria después de las PASO calificó de “aberración” a la idea de la justicia social y que repitió ese concepto en el debate presidencial se impondría entre los votantes de nivel socioeconómico bajo -donde concentra las mayores adhesiones-, en hogares inquilinos -que lo votan en mayor proporción que los propietarios- y entre desempleados y trabajadores cuentapropistas sin gente a cargo, pero también entre quienes tienen una empresa o comercio. El peor segmento de Milei son los empleados en relación de dependencia. Si no cambia de piel, el peronismo tiene todo el pasado por delante.
En LLA arrecian las versiones y contraversiones. En las últimas horas creció el rumor de una tríada consolidada para un eventual gobierno de Milei. Darío Epstein, señalado como un posible responsable de Economía, está descartado para ese rol. No así Santiago Montoya en AFIP o Guillermo Nielsen que suena para YPF o el propio Palacio de Hacienda. Óleo sobre casta. El revoque fino del armado está en manos del cada vez más influyente Nicolás Posse que piensa en un super Ministerio de Infraestructura y se perfila para comandar la Jefatura de Gabinete, en una dinámica que lo tiene como invitado especial de la mesa de dos miembros que habitan Milei y su hermana, cada vez más incómoda con la presencia de la barrionuevista Fátima Florez.
Bullrich, mientras tanto, se entusiasma con una arremetida final que la deposite en el ballotage. Como ocurre habitualmente con JxC, la afluencia de votantes en las generales es sensiblemente superior a las PASO. La dificultad adicional que encuentra Bullrich es que ese crecimiento encuentra un límite en la zona núcleo donde Juan Schiaretti condensa parte del voto antikirchnersita, fundamentalmente en Córdoba y Santa Fe. En un cálculo rápido, de todos los nuevos votantes -que tienen a distribuirse proporcionalmente-, Bullrich debería sacar más de la mitad para asegurarse su ingreso a la segunda vuelta.
La incorporación de Horacio Rodríguez Larreta en el final responde, según el entorno del jefe de Gobierno, a que Bullrich retenía 6 de cada 10 votos de H. Cerca de Bullrich lo niegan. En la negociación entre ambos, que terminó de coronarse el viernes a la mañana, Rodríguez Larreta le exigió a la candidata una jefatura de gabinete plenipotenciaria, con grip sobre la gestión y capacidad de operación política con el Congreso y los gobernadores en un gobierno de coalición. Esto último, Bullrich ya empezó a repetirlo como una idea propia.
Last but not least, en Unión por la Patria los ánimos varían, pero siempre con tendencia alcista producto de la información que llegó al búnker oficialista durante el fin de semana. Los más optimistas, incluso, hablan de un Massa primero en la noche del domingo. Con la inflación anualizada en 140% y el blue pasando los 1000, el pronóstico parece más una pieza de ciencia ficción. La pregunta que se hace un banquero en privado es si el ánimo social se modifica demasiado por el número del IPC luego de perforar la barrera de los 100. “¿Hay mucha diferencia entre 100 y 150? Es como las causas de corrupción: el impacto que no tuvieron las primeras tres no lo vas a conseguir con la número 20”. Según un encuestador que trabaja con el oficialismo -y anticipó el primer lugar de Milei en agosto-, la suba del dólar era un driver de crecimiento para el libertario, pero no lo fue en la última corrida porque parte de la muestra lo responsabilizaba producto de las acusaciones del peronismo y de JxC. Con el frente cambiario presumiblemente controlado en estas cuatro rondas, el consultor dice que debería ocurrir un hecho similar al del jueves previo a las PASO -como fue el crimen de Morena en Lanús- para modificar sensiblemente la elección en la recta final.
Massa está hoy en las antípodas del macbethiano “si el azar me quiere rey, que me corone sin mi acción”. El candidato saturó su campaña de recorridas y presencia en medios: “El jefe de campaña es Massa, el chofer es Massa, el CM es Massa”. Con una conducción radial y totalizadora similar a la de Néstor Kirchner, el candidato oficialista desató sus propios juegos del hambre cuando afirmó que muchos ministros que hoy están en gestión, con él no seguirían. Si bien en el entorno del tigrense reina el hermetismo, los movimientos de la campaña permiten intuir quiénes sobrevivirían en un eventual gobierno massista.
La mesa chica de Massa está constituida por figuras que van desde Juan Manuel Olmos y Eduardo “Wado” de Pedro pasando por el todoterreno Guillermo Michel hasta el cada vez más cercano Francisco De Narváez -con quien preparó los debates y delega la revisión de gastos con la justicia electoral-, Juan Andreotti o el consultor Antoni Gutiérrez Rubí. Matías Lammens es el ministro con el que más actos compartió y el PreViaje es la política pública del gobierno con mayor diferencial positivo. Ayer Massa anticipó que enviará un proyecto al Congreso para que se transforme en ley. Gabriel Katopodis y Jaime Perczyk son dos de los funcionarios que también tendrían vida útil. A pesar de las señales, quienes conocen a Massa tienen in pectore la certeza que “esto es minuto a minuto”. Una manera de tener a la tropa estresada. “Es muy parecido a Néstor, con lo bueno y con lo malo”, suele repetir, entre risas, Cristina en privado.
Queda definitivamente atrás la etapa política que inauguró el conflicto entre el gobierno y las entidades agropecuarias en 2008 y un ciclo de más de una década de sinsabores económicos -aún con gravedad y responsabilidades muy dispares. La apuesta por la unidad nacional o por la motosierra constituyen formas opuestas de encarar la tarea de reformulación y reconstrucción que tanto la estructura como la opinión pública hacen inevitable. Si el cambio es una certeza, su contenido no está echado. Estará en manos de los votantes y, con las cartas sobre la mesa, de los dirigentes. Argentina cuenta con instituciones y suficiente resiliencia de su sociedad civil para confiar en la resistencia de su democracia ante las dificultades que pudieran aparecer. No cuenta, en cambio, con tiempo para perder ni espacio para estancamientos o rediscusiones fútiles de cuestiones saldadas, incluso, a nivel global. Está allí y no en otra parte el gran riesgo al que nuestro pueblo enfrenta este domingo. Ojalá sea a través del acuerdo, porque como consigna Sergio Del Molino en su extraordinaria novela histórica que dijo Miguel Aguilar en El sol de Biriatou “el pacto mancha menos que la violencia aunque no tenga tanto prestigio y, a menudo, es más noble y más valiente”.
*Para Cenital